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© medium.com | 11/06/2019 | Autorretrato de Julia Margaret Cameron

Julia Margaret Cameron, una nueva visión de la fotografía como experiencia artística

11/06/2019

Julia nació en Calcuta el 11 de junio 1815, época en la que India aún era territorio británico. Descendiente de una familia acomodada, tenía diez hermanos, su padre era oficial y por parte de madre tenía ascendencia de la aristocracia francesa. Esta circunstancia le permitió realizar sus estudios entre Francia y Gran Bretaña.


Su carrera como fotógrafa es bastante atípica, pues comienza tarde. Tras sus años de estudios, al regresar a la India conoce a su marido, un jurista y plantador de té 20 años mayor que ella. Hasta que ella cumplió los 33 años vivieron en India, para después trasladarse toda la familia, que incluía 6 hijos biológicos y otros adoptados. Acabarían viviendo en la isla de Wight, situada en la costa sur frente a la ciudad de Southampton (Gran Bretaña).


Su casa se convirtió en un hervidero de vida y cultura, no sólo por la numerosa familia que la habitaba, sino también porque por ella pasaban poetas, artistas y científicos de la época victoriana.

 

El regalo que cambiaría su vida

La vida de Julia Margaret Cameron cambiaría con 48 años, cuando su hija mayor decide regalarle una cámara fotográfica, en la navidad de 1963, para ayudarla a paliar la soledad que sufría durante los viajes de su marido.


Pronto empezó a dedicar gran parte de su tiempo a la fotografía, que se convirtió en su gran pasión y que llegó a su vida como una revelación. Comenzó a realizar retratos, sus obras más numerosas, a familiares, vecinos, amigos… con los que iba practicando y experimentando. Convirtió un rincón de su casa en un cuarto escuro, creó un estudio… pronto era toda una profesional que también fue muy reconocida por sus obras de temática religiosa.

 

Partiendo desde cero en ella, destaca la visión de la fotografía como un arte con el que experimentó y al que dio una nueva dimensión. Para ella no era sólo grabar un momento, sino que era una manera de percibir la realidad. Su sensibilidad, su sentido de la estética y el tiempo dedicado a experimentar la llevaron a construir una gran obra que se puede considerar como un estudio de la belleza en la época. Su obra tiene un estilo melancólico, etéreo, con la alegoría como protagonista y una forma de unir técnica y belleza, lográndola incluso en las imperfecciones.


Su concepción de la fotografía como expresión artística es uno de los pilares para la forma que tenemos en la actualidad de comprender la fotografía.
 

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