Las Paralimpiadas de Tel Aviv de 1968 supusieron, para España, su estreno en la mayor competición deportiva a nivel internacional para personas con discapacidad. Era la primera vez que el país enviaba una delegación a los juegos, compuesta entonces por nueve hombres y dos mujeres, que regresaron del campeonato con cuatro medallas, tres de plata y una de bronce. Dos de esos galardones recayeron en una catalana que apenas iniciaba los 17 años: la nadadora Carmen Riu.

María Carmen Riu Pascual nació el 11 de abril de 1951 en Barcelona y, con tan solo siete años de edad, contrajo una enfermedad muy común en la época: la poliomielitis. Esta afección dañó gravemente sus piernas, obligándola a desplazarse en silla de ruedas. Como parte de la rehabilitación, el personal médico recomendó a su familia que practicase natación, lo que la llevó a inscribirse en el Club Natació Catalunya y, posteriormente, en el club deportivo de la Asociación Nacional de Inválidos Civiles (ANIC), entidad de la que saldrían las y los deportistas españoles que participaron en los III Juegos Paralímpicos.

Más allá del brillante debut de Riu en la competición de Tel Aviv, su carrera y su vida estuvieron plagadas de dificultades. A los problemas que la nadadora debía afrontar por causa directa de su enfermedad, se unían enormes barreras sociales. Como ella misma destaca en declaraciones recogidas en un reportaje del periodista malagueño Jesús Ortiz: «Mujer y discapacitada, éramos inservibles para la gente. Nos trataban diferente, nos veían como bichos raros. El carnet de identidad ya nos marcaba, en nuestra profesión ponía inválidos. Para la sociedad no valíamos nada, nos miraban como si fuésemos a infectarles algo. Era muy difícil para nosotros, teníamos que superar muchas barreras».

Decidida a denunciar los obstáculos a los que las personas con discapacidad –especialmente las mujeres- se enfrentaban, su carrera deportiva finalizó tan solo cuatro años después de aquel hito histórico del 68. En los Juegos Paralímpicos de Heidelberg (1972), y tras haber ampliado su palmarés en varias competiciones nacionales e internacionales, se alzó con una nueva medalla olímpica. Sin embargo, como protesta por las diferencias de trato y la falta de apoyo para las y los atletas paralímpicos, Riu rechazó el galardón en un acto de rebeldía que subrayó su compromiso con el deporte y las personas con discapacidades.

Aunque la carrera deportiva de Carmen Riu finalizó con apenas 21 años, su carácter reivindicativo no había hecho más que asomarse. La catalana, que trabajó durante 30 años como profesora de instituto tras licenciarse en Psicología y Pedagogía, fue representante de las mujeres de Cataluña en las Naciones Unidas y miembro del Consejo de Europa en Mujer y Discapacidad y preside, hasta el día de hoy, la Asociació dones no standards, que lucha contra la discriminación, el machismo y la violencia que sufren las mujeres con discapacidad.

María Carmen Riu dejó una huella indeleble en el deporte español. Su valentía y determinación allanaron el camino para futuras generaciones de atletas y su legado ha servido, sin duda, como un estupendo ejemplo de superación y lucha por la igualdad en todos los ámbitos.