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© FEI | 23/08/2024 | Maruxa y Coralia Fandiño Ricart, "las dos Marías"
Las dos Marías, símbolo de resistencia en Compostela
Maruxa y Coralia llenaron de color el Santiago gris de los años de la dictadura
23/08/2024
Como cada día a las dos en punto, dos mujeres llenaban las calles de Santiago de Compostela de hermosos y llamativos colores. Sus extravagantes ropas y maquillajes llamaban la atención del estudiantado, que salía a esa misma hora de las facultades para desayunar. Corrían los años 50 y 60 cuando Maruxa y Coralia, “las dos Marías” o “las dos en punto”, como eran apodadas por el vecindario compostelano, se hicieron conocidas en aquella ciudad teñida de gris por la dictadura.
Maruxa y Coralia Fandiño Ricart, la cuarta y la duodécima hijas, respectivamente, de Arturo Fandiño y Consuelo Ricart, pareja de artesanos santiagueses, nacían entre finales del s XIX e inicios del XX en una familia numerosa de trece vástagos.
Ya desde la juventud, tres de los hermanos Fandiño Ricart comenzaron a militar en la Confederación Regional Galaica -organización territorial de la CNT- de la que incluso uno de ellos, Manolo, sería secretario general. Aunque no hay datos que den testimonio de su filiación, el reconocido cronista gallego Borobó mantuvo que también las mujeres de la familia colaboraban con la CNT, realizando tareas de enlace con sindicalistas en el exilio. Este espíritu combativo y revolucionario llevaría a que la represión franquista cayera ferozmente sobre la familia una vez triunfado el golpe de Estado de 1936.
Inicialmente, los tres hermanos consiguieron huir y esconderse de las autoridades franquistas que, para dar con ellos, dirigieron su hostigamiento hacia el resto de la familia. Según el testimonio del vecindario que las conoció y de las personas que ahondaron en el caso, Coralia y Maruxa fueron humilladas públicamente, torturadas y violadas. Las hostilidades finalizaron una vez los hermanos fueron encontrados y encarcelados, pero las consecuencias fueron terribles para ellas que, a partir de entonces, no volvieron a ser las mismas.
A las secuelas psicológicas se unieron, además, las económicas: las hermanas tuvieron que dejar de trabajar como costureras -oficio que habían realizado junto a su madre-, pues la gente dejó de llevar sus prendas a arreglar por miedo a ser relacionada con esta familia anarquista. La pobreza y la excentricidad marcaron, desde entonces, sus vidas. Todos los días, “las dos Marías” paseaban por las calles de Santiago agarradas de ganchete, maquilladas con extravagantes colores y engalanadas con llamativos trajes, desafiando las normas sociales de la época en una rutina que las convirtió en símbolo de resistencia y rebeldía contra la represión del régimen.
Ya en 1980, Maruxa fallecía a los ochenta y dos años de edad en su ciudad natal. Coralia se vio obligada a mudarse y, tan sólo tres años más tarde, moriría en A Coruña sin llegar siquiera a cumplir los setenta. Ambas fueron sepultadas en tumbas separadas pero, en 2014 y gracias a una colecta popular, sus restos pudieron descansar juntos, como ellas deseaban. En su reconocimiento se erigió, en 1994, una escultura que colorea todavía la Alameda de Santiago, inmortalizando sus famosos paseos diarios.
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